sábado, 10 de abril de 2010

Se acerca el 2012

Acabo de leer una entrada, que recomiendo, en el blog "Desde el Trópico de Cáncer". El tema es el bicentenario de la Constitución de Cádiz. Al hilo de éste el autor nos recuerda que las celebraciones, conmemoraciones o recuerdos no son ingenuos, sino premeditados, intencionales; esto es, ahondan en el carácter instrumental de la historia para construir conceptos e identidades. En este sentido la conmemoración (o no conmemoración) del bicentenario de "La Pepa" será tremendamente significativa. No soy historiador, ni constitucionalista, así que no tengo conocimiento suficiente para poder aportar nada sobre la primera de nuestras constituciones; pero sí que recuerdo cómo durante mucho tiempo la Constitución de Cádiz nos fue presentada como punta de lanza de las distintas versiones de la izquierda española. En la época en la que el debate era, ante todo, el de las dos Españas la Constitución de Cádiz se erigía en símbolo de todos aquellos que quisieron hacer avanzar el País hacia la modernidad, la libertad, el progreso, la democracia.
La Constitución de Cádiz tiene, sin embargo, otras dimensiones. Quisiera aquí llamar la atención sobre una en la que, creo, se repara poco; y es que, pese a lo que nos enseñaron en la escuela, España, desde una perspectiva formal, nace, precisamente, con la Constitución de Cádiz (bueno, propiamente con el Estatuto de Bayona de 1808, pero como éste fue impuesto por Napoleón, pues tampoco parece que vayamos a festejarlo ¿no?). Antes de la Constitución de Cádiz, antes de 1812, no existe ningún sujeto de Derecho que sea España, el término España tenía, hasta la mencionada Constitución, casi la misma entidad que pueden tener ahora Norteamérica, el Cáucaso o los Balcanes. Jurídicamente Castilla, Navarra, Aragón, Valencia, Cataluña... seguían teniendo entidad propia. De hecho, tras la vuelta del absolutismo nos encontramos con que en una fecha tan cercana como 1829 ¡aún se reunieron Cortes en Navarra! De esta forma resulta que la Constitución de Cádiz es la partida de nacimiento de España. ¿Será éste motivo de celebración o, por el contrario, causa de que el bicentenario pase con más pena que gloria? Veremos, de momento "I do my part" y recomiendo vívamente la lectura de la entrada del blog "Desde el Trópico de Cáncer" con la que empezaba ésta mía.

2 comentarios:

HArendt dijo...

Para no ser ni historiador ni constitucionalista, querido amigo,no lo has podido expresar mejor. Te reproduzco unos párrafos del libro que cito de José Luis Abellán (pág. 117). Dice así: "Su texto [el de la Constitución de 1812] es la primera expresión europea de un Romanticismo político en el que España fue la pionera. En contraposición al carácter universalista de imperialista de la Constitución francesa de 1791, la española es la manifestación más pura de la fe en la propia nación como sujeto de soberanía y como lugar donde encarnar esos supuestos valores universales y abstractos". Hasta ahí, la cita. Ella me ha hecho recordar, y perdona el que me enrrolle, otra una de mis pensadoras políticas favoritas, Hannah Arendt, que en su "Sobre la revolución", dice que la Revolución Francesa "fracasó" en su intento universalista (lo mismo que dice Abellán) precisamente por pretender "cambiar la condición humana"; por el contrario, sigue Arendt, la norteamericana de 1776 triunfó, porque "sólo" pretendió dar la libertad a su pueblo. La cita es de memoria así que es posible que no sea literalmente exacta. Pero vuelvo al libro de Abellán. En la misma página, el autor cita a otra estudiosa española, María Cruz Seoane, de la que reproduce un párrafo de su libro "Oratoria y periodismo en la España del siglo XIX" (Castalia, Madrid, 1979) que dice así: "La [palabra] nación, que había ido perfilándose lentamente durante todo el siglo XVIII y que adquiere en esta época contornos definitivos, se incorpora todo el prestigio que pierde el Rey le sustituye como vínculo de unión entre todos los españoles. Si los ilustrados podían sentirse felices de ser vasallos de un Rey ilustrado, los liberales consideran tal palabra como ominosa y degradante. Sólo es honroso el título de ciudadano de una nación soberana. Este tránsito de vasallo a ciudadano simboliza todo lo que va del antiguo al nuevo régimen". Fin de la cita. Está claro que Mark Twain tenía toda la razón. Un saludo muy afectuoso.

Rafael Arenas García dijo...

Querido amigo HArendt, gracias por este estupendo y enriquecedor comentario. Cuando leí tu post caí en la cuenta del aniversario que se avecinaba y tras leer tu entrada y, ahora, tu comentario aquí, más convencido estoy que deberíamos tomarnos muy en serio la celebración de este bicentenario. Estaremos en contacto. Un fuerte abrazo,