domingo, 19 de abril de 2009

Anochecer

Al apagar el ordenador el despacho quedó iluminado por las luces de la ciudad. Se levantó, sabiéndose solo se estiró con ganas y, satisfecho, se puso la chaqueta, ajustó el nudo de la corbata y llamó al escolta. Le fueron abriendo las puertas hasta el parking y el coche oficial. Se acomodó en el asiento de cuero y sonrió. "¿A dónde vamos, don...?". Le sorprendió la pregunta, le avergonzó. No supo qué contestar. "Quiero dar una vuelta, sólo para despejar, tire Castellana arriba y luego por donde quiera". Era de noche, veía por la ventanilla la ciudad cansada y lloraba.

2 comentarios:

Albert dijo...

Don ... estaba satisfecho, había sonreído incluso. Se sabía solo, pero no era eso lo que le causó esta tristeza. Hasta diría que eso, el saberse solo, fue para él motivo de liberación.

Entonces ¿por qué lloraba? ¿Por la vergüenza íntima, oculta, que sintió a escondidas en la oscuridad? ¿Por la ciudad cansada?

Me atrevo a pensar que así fue. Simplemente vio reflejada en la ciudad cansada su estado de ánimo. Por eso, hago mía tu frase final y la recompongo tal como la viví al leerla: "Era de noche, veía por la ventanilla la ciudad cansada. Llovía y lloraba."

Rafael Arenas García dijo...

Gracias por completar el relato. En un microrelato se trata de sugerir más de decir, cuantas más interpretaciones sean posibles, mejor.
La lluvia es un elemento que lo cambia todo. No había imaginado la ciudad bajo la lluvia, por eso quizá lo que pensaba cuando lo escribía era diferente; pero eso ya no tiene importancia, lo que cuenta es lo que está escrito y los diferentes destinos a los que puede conducir.
Saludos.