sábado, 26 de julio de 2008

Bailén, 19 de julio de 1808 (I)

Esta entrada surge del compromiso con dos blogueros de La Comunidad (la sede de blogs de El País) de escribir algo sobre la batalla de Bailén y sus consecuencias. Mi parte es la relativa a la batalla, mientras que Mano Negra relataría la suerte de los prisioneros franceses tras la batalla y Nekane se ocuparía de las ilustraciones.

- Mierda.
- ¿Qué pasa?
- Los españoles. Ahí, en las colinas.
El sargento Fouchard dirigía su pequeño catalejo a las elevaciones que tenían enfrente, débilmente iluminadas ahora por el primer sol de la mañana que salía por detrás de aquellas lomas cubiertas por los olivos. Así que era eso. Desde que se había detenido el avance, unas horas antes, muchas habían sido las especulaciones sobre la razón de aquella parada. Habían salido de Andújar la tarde anterior. "Para aprovechar el fresco de la noche" se comentaba. Sabían que iban hacia Bailén y contaban con dormir en el pueblo. Descansar y seguir hacia el norte, saliendo de aquella Andalucía tostada por el sol del verano. Pero no habían llegado a Bailén. Se habían detenido allí al lado del camino, en medio de la noche. Primero sin saber que hacer, luego con la orden de montar guardias y dormir.
A Jean Baptiste, como novato que era, le había tocado la peor guardia. La de mitad de la noche; así que no había dormido nada. Ni antes de la guardia, aún excitado por la tensión de aquel ejército en marcha (carros, hombres, cañones, caballos, ruidos, olores, prisas, voces, juramentos) por aquella tierra extraña, llena de olores y colores para él desconocidos; ni tras ella, embebido por las especulaciones de los grupitos que se formaban, normalmente en torno a los que aparentaban ser veteranos y que con voz engolada profetizaban bajo la autoridad de sus experiencias, reales o fingidas: "Ahora se estará reagrupando el ejército". "Es igual que en la campaña de Austria. Aquello sí que eran marchas. Del Canal de La Mancha a Austerlitz en un mes".
Jean Baptiste se quedaba escuchando con la boca abierta. Todo se lo creía. Tenía 17 años. Se había alistado hacía cuatro meses. Había dejado su pueblo de Normandía y se había ido hacia el sur. Siempre hacia el sur. La Borgoña, La Provenza y luego España. Cataluña, Castilla y, ahora, Andalucía. Siempre marchando. Caminar y acampar. Cuando volviera a casa y sus amigos le preguntaran que hacía un soldado respondería: "Caminar. Te colocas detrás de un compañero y andas y andas. La mayor parte del tiempo no sabes ni donde estás ni a dónde vas, solamente caminas. Solo los oficiales saben adónde vamos; a veces se reunen, miran unos mapas, discuten, señalan en una u otra dirección, recogen los mapas y dan la orden y ¡ala! otra vez a marchar".
Así habían salido de Andújar, donde habían pasado varias semanas. Estaba bien Andújar. Se había bañado en el río Guadalquivir, había disfrutado de la sombra de los olivos y casi se había atrevido a cortejar a una muchacha. Le hicieron desistir, sin embargo, los veteranos. "Chico, no pretendas estrenarte aquí, estos españoles nos tienen el ojo echado y si te metes en líos de faldas puedes acabar capón, espérate al menos a haber salido de Andalucía, que aquí tienen presente lo de Córdoba". Jean-Baptiste no sabía qué era lo de Córdoba, pero se acojonó y dejo pasar las muchachas de ojos negros que a veces veía junto al río. Le gustaba Andújar; por eso fue de los pocos que sintió marcharse del pueblo. Cogió su petate y el fusil y le echó una última mirada antes de coger la carretera. No pudo evitar pensar que quizás fuera la última vez que estuviera allí. Se habían puesto a caminar al anochecer y al cabo de unas tres horas les habían mandado parar. Escuchó juramentos por lo bajo. "¡Coño, por qué no llegamos hasta Bailén, que allí estaríamos mejor", decían algunos que ya conocían el pueblo y sabían que estaba a tiro de piedra. "Se lo habrán dejado a la división de Vedel y a nosotros que nos den", especulaban otros. El desastre de la organización, la incompetencia del general y la mala calidad de la comida se convirtieron en los tópicos protagonistas de aquella noche bajo las estrellas y los olivos. Ahora sbían que la razón de su detención era que el enemigo, finalmente, les había localizado y todos, hasta Jean Baptiste, se dieron cuenta de que tendrían que dar batalla.
En el fresco de la mañana el olivar olía a retama y a hierbabuena. Jean-Baptiste oía la brisa mover las hojas y el sonido de sus pasos. Arriba, el cielo azul y unas pocas nubes, altas y blancas, abajo el verde de los olivos y el amarillo de la hierba reseca y quebradiza. Aún no hacía calor y el muchacho disfrutaba de aquel momento antes de que el sol de Andalucía volviera a caer perpendicular sobre su cabeza y el cansancio, el agotamiento, le invadiera. Caminaba de nuevo. Un paso tras otro como tantos que había dado desde su casa en Normandía. Ahora, sin embargo, no llevaba ningún compañero delante. Ante él solamente los olivos dispersos en suave subida, y más allá de la loma, el azul del cielo y las nubes blancas. Henchía sus pulmones con aquel aire puro y fresco, mezclado con olores meridionales; azahar y mirto, hojas de olivo y hierba cortada no sabía dónde;disfrutaba del paisaje y se concentraba en los olivos ante él y en un seto formado por malezas que estaba un poco más arriba, cerca ya de lo alto de la loma.
Un ruido sordo y monocorde que le recordaba el tambor del regimiento. Pero no era el tambor. Era mucho más suave. Se abstrajo de los árboles, de las nubes y del cielo y pudo distinguirlo con claridad. Eran los pasos de sus compañeros. Miró a su derecha. Armand junto a él, como esperaba, concentrado lo que tenía frente a sí; y más allá René y Joseph y aún más allá otros conocidos, hasta llegar a quienes no conocía, pero vestían como él y mantenían su misma línea. Miró a su izquierda. Los bigotes de Pascal. Un veterano, era muy mayor. Quizás tuviera treinta o treinta y cinco años. Callado, poco sociable. No reía nunca. Más allá Gastón, casi de su misma edad y de Normandía, como él, aunque no se habían alistado juntos. Trastabillo con una piedra. Casi se cae. Se recompuso y formó otra vez la línea. Sudor frío. El fusil estaba cargado, no debía dispararse hasta que llegara el momento. “Mantener la línea es fundamental para vencer en la batalla”. Recordaba la perorata del sargento hacía unos minutos, antes de iniciar el avance. “Si la línea se rompe la batalla está perdida". "Yo me ocuparé personalmente de los que rompan la línea". La expresión del sargento no podía ser más fiera. Tras aquellas palabras había hecho circular por las filas formadas una especie de saquito de piel seca y forma indefinida. Mientras el saquito pasaba de mano en mano el sargento les explicaba que eran las orejas y los testículos de un soldado bajo su mando que había roto la formación bajo el fuego enemigo hacía unos años. Nadie se lo creyó del todo, pero el escalofrío que al oír aquello recorrió a Jean-Baptiste desde la ingle hasta la nuca fue auténtico.
Ahora, sin embargo, Jean-Baptiste no se acordaba del saquito. Estaba concentrado en la subida. Sentía el aire de la mañana, pasando ya de fresco a tibio; sentía a sus compañeros a derecha e izquierda. Oía las pisadas de la fila que les seguía unos pasos más atrás. El peso del fusil en los brazos. El brillo de la bayoneta calada cuando un rayo de sol la rozaba, el petate a la espalda, las botas, el pecho que subía y bajaba. La tensión de los gemelos cuando la subida se pronunciaba. Y allá a lo lejos el matorral donde estaban los españoles.
Ni un ruido, ni un sólo disparo, ni un sólo cañonazo, ni una sola voz. ¿Cómo podía ser que en aquella tranquilidad se estuviera librando una batalla? Y sin embargo, no había ninguna duda. Estaba en medio de una batalla, su primera batalla. Los españoles les habían cerrado el camino a Bailén. Si querían salir de Andalucía debían pasar por encima del ejército que tenían enfrente. El pelotón de Jean-Baptiste formaba parte de una compañía, la compañía de un regimiento y el regimiento de una brigada; y el general Dupont, al mando de todos ellos, había decidido que esa brigada sería la que tomaría las colinas que quedaban a la derecha de la carretera a Bailén. La brigada no estaba completa, aún faltaban soldados por llegar de Andújar; pero había prisa por dar la batalla y abrir el camino de salida de Andalucía; así que los oficiliales y sargentos fueron formando las filas. Dos filas, una delante de otra para iniciar el ataque.
Cuando Jean-Baptiste vio la formación la confianza le inundó. Se habían formado dos hileras de soldados que debían de tener casi mil pasos de longitud. Con una fuerza así no sería difícil pasar por encima de los españoles apostados en la colina. Era su primera batalla, y aquella concentración de fuerza le parecía imponente al muchacho. Tan entusiasmado estaba que no supo interpretar los gestos de duda y los nerviosos movimientos de cabeza de los oficiales. Ocupó su sitio, cargó su fusil, ajustó la bayoneta e inició el camino olivar arriba cuidando de no salirse de la formación. Subía con una sonrisa en los labios.

martes, 22 de julio de 2008

Francia, Inglaterra, Alemania

En el Mundial de Fórmula 1 las carreras de Francia, Inglaterra y Alemania marcan el ecuador del campeonato. Antes de estas pruebas clásicas se habían disputado siete carreras; tras ellas quedarán ocho grandes premios. Hemos dejado atrás circuitos exóticos (Malasia, Bahrein, Turquía) y las dudas del principio de temporada. Llega el momento de hacer balance, incluso de hacer previsiones sobre quién ganará el Mundial. Este año, sin embargo, la cosa está más difícil que nunca.
El principio de temporada mostró que las diferencias entre los equipos eran menores que nunca. Confiaba en que a medida que fueran pasando los grandes premios las cosas se irían aclarando. Tras una primera espectacular carrera de Hamilton en Australia, Ferrari parecía haber cogido las riendas del campeonato. Mónaco, sin embargo, no ratificó el dominio rojo. Entonces pensé: vamos a esperar a Canadá; pero en Canadá salió un gran premio "raro". La pista estaba extrañísima en la calificación y luego en la carrera el choque de Hamilton contra Raikkonen impidió que se pudieran sacar conclusiones. "Habrá que ver qué pasa en Francia", me dije. Pensaba que en Francia o bien se confirmaría el dominio de Hamilton o, al menos, la igualdad entre los máximos contendientes por el título. Sin embargo en Francia asistimos a un dominio apabullante de Ferrari. "Toca aguardar de nuevo" -pensé- "Inglaterra nos dará la medida del campeonato". Pero en Inglaterra el gran triunfador fue de nuevo el McLaren de Hamilton, con una demostración en agua realmente impresionante; ayudado por los errores de Ferrari, pero impresionante de todas formas.
Y ahora Alemania, donde Hamilton ha vuelto a dominar, esta vez en seco. A estas alturas, por tanto, la conclusión lógica sería la de que McLaren está un paso por delante de Ferrari. ¿Quiere decir esto que Hamilton camina seguro hacia su primer mundial? No diría tanto.
Para mí la clave de este Mundial es la igualdad entre los equipos. Muchísima igualdad. Esta igualdad hace que pequeños detalles alteren sustancialmente las carreras. Si un Ferrari o un McLaren se equivoca o comete un error en la calificación la sanción no es salir cuarto o quinto, sino séptimo o peor. BMW, Red Bull, Toyota o Renault están por detrás de Ferrari y McLaren, pero solamente si estos últimos van perfectos, al menor descuido les pueden pasar, como se ha visto este fin de semana, donde los Ferrari se vieron superados tanto en calificación como en carrera por coches teóricamente inferiores.
Esta igualdad también hace que las condiciones climatológicas jueguen un papel destacado. Parece ser que si en Alemania la temperatura hubiera subido aunque fuera cinco grados tan solo las tornas podrían haber cambiado y serían los Ferrari los dominadores.
Con esta situación, ¿qué nos espera de aquí al final del campeonato? En una situación como ésta, en la que el dominio del coche depende del ajuste al mínimo de todos los detalles la implicación del piloto es fundamental, las ganas que le ponga y el acierto en el reglaje y la concentración durante todo el fin de semana. Además el equipo tiene que acertar con las estrategias en todo momento.
En lo que se refiere al piloto, mi apuesta es por Hamilton. Massa fracasó estrepitosamente en una pista que se había puesto difícil (Canadá) y su actuación en Silverstone bajo el agua es para olvidar. Raikkonen es otra cosa, piloto rápido donde los haya; pero me da la impresión de que lo suyo no es currarse el set-up del coche. En el campeonato actual esto último es un handicap enorme. Sólo el piloto que pueda sacar un par de décimas extras del vehículo en cada gran premio podrá ser campeón.
En lo de las estrategias también McLaren va por delante de Ferrari. Es cierto que la pifiaron con Hamilton en Alemania, y solamente el increible talento de éste, su fe inquebrantable... y las órdenes de equipo permitieron resolver el desaguisado; pero en Silverstone la victoria estuvo fundamentada en la correcta elección de los neumáticos para cada momento de la carrera. Así pues en lo que se refiere a estrategias, ventaja también para McLaren.
Antes de acabar quisiera hacer una última reflexión sobre esto de las estrategias. En la temporada actual la igualdad entre los equipos ha propiciado varias sorpresas, la última el segundo puesto de Piquet en el Gran Premio de Alemania. Se darán más seguramente, creo que resulta inevitable. Me explico. Hay diez equipos. Dos que luchan por el título y otro que juega a prepararse para luchar por el título (BMW). Los otros siete están a pescar lo que puedan. Entre estos catorce pilotos resultará que en cada gran premio habrá alguno que elija una estrategia rara (la de Piquet de ir a una sola parada, por ejemplo). Las estrategias raras no funcionan si todo va normal, pero con incidentes pueden conseguir el éxito. Conclusión: siempre que pase algo raro (coche de seguridad, cambio inesperado de las condiciones meteorológicas...) habrá uno, dos o tres pilotos en disposición de aprovecharse de ello, y la consecuencia de todo esto será que veremos cómo la jerarquía natural de pilotos y equipos se altera. Incluso podría ir a más, porque tras los éxitos de Barrichello o Piquet puede haber más gente que se anime a ir probando por si suena la flauta. Y la flauta puede sonar muy fuerte. Si Kovalainen no se deja pasar por Hamilton el vencedor de la carrera del domingo hubiera sido Piquet. ¡Ver para creer!

miércoles, 2 de julio de 2008

Un soneto para OT

Cuando Risto Mejide frunce el ceño
se detiene el país por un instante,
tiemblan Ángel, Jesús y el concursante;
el espectador se agita, no hay sueño.
"Ahora es cuando viene con el leño"
Piensa el muchacho que aspira a cantante.
Intenta estar con gesto elegante
¿podrá, acaso, mantener el empeño?
Ya brillan los dientes del publicista,
un depredador que a su presa acecha.
"Ahora los anuncios del dentista.
con este share está la semana hecha".
Clava en la cámara el chico la vista
"¡Vamos! que toca ahora aguantar mecha".