viernes, 24 de octubre de 2008

La Rosa Blanca


El jueves, 18 de febrero de 1943, Hans y Sophie Scholl, hermanos y estudiantes de la Universidad de Múnich, se dirigieron al edificio principal de la Universidad portando en una maleta 1700 copias de un panfleto antinazi. Aprovechando el momento en que estudiantes y profesores permanecían en el interior de las aulas durante la clase de la mañana, distribuyeron sus panfletos por el edificio. Jakob Schmid, bedel de la Universidad, les descubrió y detuvo. Tras ser interrogados por las autoridades académicas, éstas les entregaron a la Gestapo. El lunes, 22 de febrero, cuatro días después de haber sido detenidos, fueron juzgados por traición y condenados a muerte. Junto con ellos fue también condenado a muerte Christoph Probst, estudiante de Medicina detenido el sábado 20 de febrero por estar implicado en la redacción y distribución de los panfletos encontrados a los hermanos Scholl.
El mismo día 22, a las cinco de la tarde, en Stadelheim, la prisión de Múnich, los tres condenados fueron decapitados. Habían pasado poco más de cien horas desde el momento en el que Hans y Sophie habían sido descubiertos por Jakob Schmid en el hall del edificio principal de la Universidad.
En la foto se pueden ver, de izquierda a derecha, a Hans Scholl (22.09.1918-22.02-1943), Sophie Scholl (09.05.1921-22.02.1943) y Cristoph Probst (06.11.1919-22.02.1943).
No sé la razón por la que me ha impresionado tanto esta historia, con la que me tropecé por casualidad hace unos días; pero, en cualquier caso, creo que merece la pena recordarla. En tiempos difíciles sus protagonistas tuvieron lucidez para identificar al mal, incluso en contra del pensamiento dominante; inteligencia para combatirlo con la palabra; sabiduría para renunciar a la violencia: valor para enfrentarse al poder y entereza para asumir las consecuencias de sus actos.
Recordándolos a ellos recordemos también a aquellos que con igual lucidez, inteligencia, sabiduría, valor y entereza se enfrentaron y enfrentan a la injusticia; pero sin la fortuna de ver a sus enemigos derrotados.



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